lunes, 1 de julio de 2024

CÓRDOBA 1º PARTE

CÓRDOBA (1º PARTE)

Hola, de nuevo. ¿Qué tal? ¿Cómo estáis? ¿Qué os está pareciendo mis reportajes?

En el anterior reportaje comenté sobre la provincia de Cádiz y su capital, así como sus monumentos como la Catedral de Cádiz o el Archivo Histórico Provincial ubicado en la Calle Cristóbal Colón.

Pues bien, en el reportaje de hoy nos vamos a Córdoba central.

Este reportaje estará dividido en varias partes:

  • La primera parte de este reportaje está dedicado a su casco histórico.
  • En la segunda parte del blog trataré de hacer un reportaje sobre la Mezquita-Catedral, el Alcázar de los Reyes Católicos, el barrio de la Judería y la Fiesta de los Patios.
  • En la tercera parte trataré de hacer un reportaje sobre el Yacimiento arqueológico de Medina Azahara y sobre catedrales cristianos.

  • En la cuarta parte hablare de determinadas Iglesias fernandinas.

  • Y, por último, en la quinta y última parte del blog hablaré sobre el Palacio de Viana.

En la próximo reportaje va dirigido a la Universidad de Córdoba, más denominado como la UCO.

Empecemos este reportaje con la primera parte.


Córdoba es una ciudad y municipio español en Andalucía, situada en una depresión de las orillas del Guadalquivir y al pie de Sierra Morena. Según datos del INE en 2023, alberga una población de 323.763 habitantes, siendo la tercera ciudad más grande y poblada de Andalucía tras Sevilla y Málaga, y la duodécima de España. Su área metropolitana comprende los municipios de la capital junto con los de Almodóvar del Río, Guadalcázar, La Carlota, Obejo, Villafranca de Córdoba, Villaharta y Villaviciosa de Córdoba, albergando una población total de 354.202 habitantes, según datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística en 2022, la vigésimo-tercera más poblada de España.




Tal y como vemos en la fotografía son su bandera y su escudo.

La bandera de Córdoba, como ciudad española, tiene un color morado sobresaliente, y posee el escudo de la ciudad ubicado al centro. El dibujo se conforma por los colores celeste, verde, rojo y marrón como un sello de cera que otorga la silueta, en donde representa un paisaje de la ciudad, donde se ve una vista del puente romano sobre el río Guadalquivir, la noria de la Albolafia a la izquierda, la muralla y la puerta del Puente, y sobre todo este la torre de la Mezquita-Catedral flanqueada por tres palmeras, y algunas edificaciones al fondo.

Entre los siglos XVI-XX se utilizó en la ciudad el actual escudo de la Provincia de Córdoba, hasta que en 1983 se retomó el anterior escudo diseñado por el Consejo de Córdoba en 1241. También existe un logotipo que es usado por el Ayuntamiento, ubicado en la Calle Capitulares que es una simplificación del escudo en la ciudad de Córdoba.




El escudo de Córdoba tiene su origen en la Edad Media, durante la conquista de Córdoba a manos de las tropas cristianas del rey Fernando III de Castilla en 1236.

En 1241, el rey Fernando III de Castilla mandó y otorgó que el Consejero de la ciudad de Córdoba tuviese su propio sello conocido y comunal para todos, según el Fuero de Córdoba, que además reguló el funcionamiento político y jurídico de la ciudad de Córdoba entonces. El escudo es una vista del puente romano sobre el río Guadalquivir, con la noria de la Albolafia a la izquierda, la muralla y la Puerta del Puente sobre este; y la torre de la Mezquita-Catedral flanqueada entre tres palmeras y algunas edificaciones al fondo de la ciudad de Córdoba.

La provincia de Córdoba, regada por el Guadalquivir en su curso medio, es la más septentrional de todas las provincias andaluzas. Físicamente está estructurada por Sierra Morena al norte, La Campiña en el centro y, al sur, las Cordilleras Subbéticas. Al estar rodeada por montañas, la provincia no recibe influencia marítima, determinando su clima que es el del tipo mediterráneo-continental. La temperatura media anual es de unos 19ºC., con inviernos suaves (10ºC., de media) y veranos muy calurosos, en los que con frecuencia se superan los 45ºC.

La ciudad de Córdoba, situada en el margen derecho del Guadalquivir, es desde antiguo una encrucijada de vías de comunicación: la vía de Extremadura que se dirige hacia el oeste atravesando la Sierra; la vía de la Meseta que cruza Sierra Morena a través de Despeñaperros, y la vía Augusta que seguía el curso el curso del Guadalquivir hasta Cádiz, pasando por Sevilla. La situación de la ciudad en el valle Bético, en una zona de confluencia entre la Sierra y La Campiña, la definieron como centro comercial y humano de la región.
















La capital cordobesa, cuya fundación se atribuye a los cartagineses, comenzó su época de esplendor a partir del año 169 a.C., con el establecimiento de una colonia romana por Claudio Marcelo.

Claudio Marcelo instala una colonia romana que, por su situación privilegiada como puerto fluvial en el Guadalquivir y puerta de entrada a Andalucía, se convierte en la capital de la Hispania Ulterior. Durante ocho siglos Córdoba es romana y se establece en un importante núcleo comercial cuyo esplendor se ve acrecentado por los grandes poetas y filósofos que ha dado la ciudad como Séneca.

Este filósofo hispanorromano está considerado como el más notable representante del estoicismo en época imperial; su pensamiento ejerció una gran influencia durante la Edad Media y el Renacimiento. No obstante, su obra, ecléctica y asistemática recoge elementos pletóricos, epicúreos, cínicos y escépticos.

Séneca nació en Córdoba el año 4 a.C. Fue conocido como Séneca el Joven o el Filósofo, para distinguirlo de su padre, Séneca el Viejo o el Retórico, que pertenecía al orden ecuestre. En torno al 12 d.C., se trasladó a Roma junto con su familia, y allí estudió retórica, cautivado por la personalidad de Papiro Fabiano y asistió a varias escuelas de filosofía en las que tuvo como maestros a Soción, de tendencias neopitagóricas, y a Attalo, seguidor del estoicismo antes de ejercer la abogacía.

El creciente personalismo y la deriva dictatorial de Nerón le movieron a solicitar del emperador permiso para abandonar el gobierno en el año 62. A partir de entonces consagró su vida a la escritura y a la filosofía. Implicado al parecer en la conspiración de Pisón, que tenía por objeto acabar con la vida de Nerón, fue condenado por su antiguo discípulo a suicidarse. Ejecutó la sentencia cortándose las venas en el baño de su Casa de Roma.






Su riqueza agrícola y su situación estratégica influyeron enormemente en su desarrollo. En el año 584 fue escenario de los encuentros entre bizantinos y visigodos. En el año 716, durante la dominación musulmana, Córdoba fue sede de la capitalidad de al-Andalus; en el año 756 pasó a ser capital del Emirato de Córdoba y en el 929 del Califato.

La invasión de Córdoba por los árabes tuvo lugar en el año 711, aunque más que una conquista se trató de la rendición de la ciudad a partir de un pacto que acuerda respetar la vida y religión de sus habitantes. Comienza así un nuevo período de prosperidad en el que se da la convivencia pacífica entre tres culturas y religiones: la árabe, la hebrea y la cristiana. Cinco años después de su llegada, los árabes convierten Córdoba en la capital del Al-Andalus, y en el año 756 tras una pugna sangrienta entre los omeyas y los abasíes, el entonces príncipe omeya Abderramán se alza como máxima autoridad y crea el emirato independiente, no reconociendo a Bagdad más que la supremacía religiosa. Dos siglos después, en el año 929, Abderramán III proclama el Califato de Córdoba logrando la independencia total.

Es bajo dominio árabe que Córdoba vive su época de máximo esplendor, configurándose como la ciudad más floreciente y el centro cultural más importante de Occidente, con una célebre universidad, ricas bibliotecas y suntuosos edificios como la mezquita-aljama y Medina Azahara. La población supera entonces el millón de habitantes y, según fuentes árabes, llegó a tener 1.600 mezquitas. El desmembramiento del Califato, debido a las guerras internas, termina en el año 1013, en que se divide en Reino de Taifas pasando en Córdoba depender del taifa sevillano. Sn embargo, la decadencia política no afectó al desarrollo intelectual de la ciudad, que dio grandes sabios y artistas como el poeta Ibn-Hazm, el filósofo Averroes, o el médico y pensador de origen hebreo Maimónides.









El filósofo hispanoárabe Averroes es una de las más destacadas figuras del ámbito islámico medieval. Su pensamiento, que constituye un intento de síntesis global entre neoplatonismo, aristotelismo y religión, ejerció una gran influencia en la filosofía escolástica.

Su nombre completo es Abu-I-Walid Muhammad ibn Rusd, conocido como Averroes, nació en Córdoba en 1126, en el seno de una familia de expertos juristas. Su acercamiento a la Filosofía se produjo, precisamente, a partir de las ciencias jurídicas, gran conocedor del rito malikí, estudió a fondo las diferencias existentes entre las diversas escuelas jurídico-religiosas. Poseyó una amplia formación, que incluía, además de teología y filosofía, astronomía, matemáticas y medicina. Fue su profundo conocimiento de esta disciplina lo que explica que, en 1182, sustituyera a Abentofail como médico personal del califa Yusuf en la corte de Marrakech. En el transcurso de su vida ejerció el cargo de juez o cadí, con certeza en Sevilla y acaso también en Córdoba, y viajó con frecuencia por Andalucía y Marruecos.

El interés de Averroes por la filosofía griega, especialmente por la figura de Aristóteles, le llevó a proponer la conciliación entre la doctrina del islam y el pensamiento del Estagirita, cuya obra comentó de manera exhaustiva. A pesar de sus intentos de mantenerse dentro de la ortodoxia, Averroes llegó a ser sospechoso de herejía (1194), acusación que habría de costarle el destierro en Lucena (Córdoba). Obligado a destruir sus libros de Filosofía, considerados como una amenaza para la religión islámica, hubo de hacer frente a los ataques de sus adversarios. Desde su destierro de Lucena, Averroes partió hacia Marrakech, donde moriría en 1198. Posteriormente en sus restos fueron trasladados a Córdoba.






Todas estas circunstancias fueron las que originaron el crecimiento de la ciudad, llegando a alcanzar una extensión mayor que la actual. Superó los 250.000 habitantes, más que cualquiera de las ciudades occidentales; como dato comparativo, en la época Toledo contaba con 37.000 habitantes, Almería con 27.000, Granada con 26.000, Zaragoza con 17.000, Valencia con 15.000 y Málaga otros tantos. La distribución urbana era común a todas las ciudades, agrupándose en los alrededores de la Mezquita Mayor las alhóndigas, la alcaicería, los zocos y los baños.

La actividad económica estaba basada en la agricultura y en la ganadería. Destacaban los cultivos de cereales y de legumbres, los excedentes de aceitunas, uvas manufacturadas como pasas, y los higos se exportaban hacia oriente. En el siglo X existían molinos de viento. También se introdujo el cultivo del arroz, las naranjas, caña de azúcar, etc.

La industria artesanal, se centró en manufacturación de objetos de lujo como la orfebrería y las tallas de marfil y jade. En el siglo XI aparecen dos nuevas industrias, la del papel y la del vidrio, el secreto con el que se guardó la protección de cierta variedad de vidrio, permitió a al-Andalus mantener la hegemonía de este mercado durante varios siglos.

La cultura musulmana andaluza pudo equipararse a la de sus correligionarios orientales, llegando a contar la biblioteca del califa con unos 400.000 volúmenes.




La Plaza de las Tendillas, presidida por la estatua ecuestre del Gran Capitán, es el centro neurálgico de Córdoba. Habitual punto de encuentro para cordobeses y forasteros, es una plaza espaciosa y muy transitada. Fue ya en la época romana como centro principal de la ciudad, aunque su actual estructura corresponde a principios del siglo XX. Desde lo alto de uno de los edificios que bordean la plaza, un singular reloj toca los cuartos y las horas con el sonido de una guitarra a ritmo de soleares.




El monumento más destacable de esta época musulmana es la Mezquita Mayor. La obra fue iniciada por Abd al-Rahman I hacia el año 780, completándose en etapas sucesivas, quedando finalmente completada por Almanzor, que la ensanchó por su parte oriental con ocho nuevas naves. Actualmente ocupa un rectángulo de 180 metros de norte a sur y 130 metros de este a oeste. La mayor parte de sus columnas fueron aprovechadas de anteriores construcciones romanas, paleocristianas o visigodas.

Seguro que me preguntaréis: ¿Ese quién es?

Su verdadero nombre era Mohammad ibn Abi Amir, más conocido como Almanzor (al-Mansur). Nació en Torrox, en la actual provincia de Málaga, el año 940. Miembro de una vieja familia de origen árabe, estudió en Córdoba y se distinguió por su ingenio, talento y dotes poéticas. En la corte se granjeó el afecto de personalidades muy cercanas a al-Hakam II, como Subh, favorita del califa, y el poderoso primer ministro Chafar al-Mushafí. Llevó a cabo diversas funciones en la administración cordobesa hasta que en 967 fue nombrado director de la Ceca, cargo que utilizó para promocionarse. En 972 recibió la jefatura de la magistratura de orden público, al año siguiente marchó como cadí a Marruecos para inspeccionar las tropas de la zona y a su regreso fue nombrado inspector jefe de las tropas mercenarias acantonadas en la capital.

El ascenso de Almanzor tuvo como principales fundamentos la ambición, la habilidad política y los dotes militares. Como usurpador del poder califal, que ejerció con autoridad dictatorial, se vio impelido a justificar su posición mediante el reiterado éxito de sus campañas y la estricta observancia de los preceptos del Islam.

Tras la muerte de al-Hakam II en 976, comenzaron las intrigas palaciegas por hacerse con el poder real. Almanzor aseguró la sucesión a Hisham II, que contaba once años, y junto con al-Mushafí descabezó la trama que pretendía entregar el califato a al-Mughira, un hermano del anterior califa cordobés. A partir de entonces, compartió el gobierno como visir con el hachib al-Mushafí. En los meses siguientes se aseguró el control del ejército y, ya en 977, participó en varias expediciones de castigo a las fronteras de Castilla y León. Poco después contrajo matrimonio con Asma, hija del prestigioso general Calib, sellando así una alianza que le permitiría ver cumplidas sus ambiciones políticas. Las intrigas de Almanzor tuvieron efecto: en 978 al-Mushafí fue destituido y en 983 moriría asesinado. Convertido en hachib, el caudillo reafirmó su poder con una férrea representación de la oposición.










Tras la conquista de la ciudad por Fernando III en el año 1236, la consagración cristiana determinó modificaciones en el interior de la Mezquita: construcción de la capilla real y otras adosadas a los muros, adaptación del lucernario, etc., para terminar finalmente convirtiéndose en Catedral.

En 1236, Córdoba es reconquistada por las tropas cristianas de Fernando III el Santo, ligando su devenir al Reino de Castilla. Perdido el esplendor califal, Córdoba ha sido considerada hasta el siglo XIX como una ciudad de paso, para recuperar en el siglo XX un pujante auge en cuanto que la ciudad se moderniza al desarrollar una variada y completa oferta de servicios, así como se establece en importante nudo de comunicaciones entre el sur de España y Europa. Hoy Córdoba, que cuenta con casi 360.000 habitantes, ha dejado de ser "ciudad de paso". En torno al casco histórico, uno de los más extensos de Europa, declarado en 1994 por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad, uno encuentra anchas avenidas y numerosos jardines que, junto al agradable clima, la convierten en una acogedora y evocadora ciudad.

Fernando III el Santo llevó a cabo la unión definitiva de Castilla y León y, aprovechando la debilidad de los musulmanes andalusíes, protagonizó la más ambiciosa campaña militar de todo el proceso reconquistador sometiendo el valle del Guadalquivir, hecho que habría de convertir al reino castellano en la incuestionable potencia hegemónica.

Hijo de Alfonso IX de León y de Berenguela, quien era hija de Alfonso VIII de Castilla, Fernando nació en Valparaíso, Zamora, en 1201. Tras la anulación del matrimonio de sus padres, se educó en León hasta la súbita muerte de Enrique I, hermano de Berenguela, tras la cual su madre quedaba como única heredera del trono de Castilla. Berenguela cedió sus derechos a Fernando, cuya coronación se produjo el 1 de julio de 1217. Acto seguido, su padre, Alfonso IX de León, invadió Castilla, Fernando III y Berenguela se refugiaron en Burgos y el 11 de noviembre se firmó una tregua en la que Castilla hacia determinadas concesiones territoriales y económicas, pero el conde Alvar Núñez de Lara convenció al rey leonés de la necesidad de continuar la lucha y se levantó en armas. Tras su muerte en Castrejón, Alfonso IX aceptó nuevas negociaciones y el 26 de agosto de 1218 se firmó el pacto de Toro, que confirmaba las condiciones de la tregua anterior. Dos años después, Fernando III casaba con doña Beatriz de Suabia, hija del emperador de Alemania.

Cuando murió Alfonso IX y dejó por herederas a las hijas de su primer matrimonio, Sancha y Dulce, Fernando III incorporó pacíficamente a sus estados, el reino de León mediante un convenio con sus hermanas, a quienes dotó espléndidamente. De este modo, en 1230 se llevó a cabo la unión definitiva de León y Castilla.






La principal preocupación de Fernando III fue la lucha contra los musulmanes, cuya extrema debilidad y descomposición política se habían puesto de manifiesto tras la derrota almohade de las Navas de Tolosa en 1212. Este hecho no sería desaprovechado por el soberano castellano-leonés, que llevó a cabo el proceso de penetración castellana en el valle del Guadalquivir.

Las primeras campañas comenzaron en torno a 1224, cuando la muerte de Yusuf II liberó a Fernando de las treguas suscritas con los monarcas islámicos, pero hasta la unificación de Castilla y León no se produjo la ofensiva definitiva. El proceso fue rápido. En 1233 caía Úbeda, puerta del alto Guadalquivir, mientras la antigua capital de al-Ándalus, Córdoba, se rendía de forma inopinada en 1236.

La imprevista enfermedad del monarca castellano otorgó protagonismo a su hijo Alfonso, quien en 1243 anexionaba el reino de Murcia, que había aceptado el protectorado de Castilla, y un año después se apoderaba por las armas de Lorca, Cartagena y Nula. Ese mismo año se produjeron diversas escaramuzas entre los ejércitos de Castilla y Aragón, pero la firma del tratado de Almizra, por el que se fijó el límite de la expansión castellana y aragonesa en el sur peninsular, uso fin a las mismas.

Restablecido Fernando III, continuó su expansión por Andalucía. En 1246 llegó hasta la vega de Granada y un año después se apoderó de Jaén. Muhammad I, fundador de la dinastía nazarí, se hizo vasallo del monarca castellano para salvaguardar el resto de su territorio. Fernando III prosiguió sus avances apoderándose de Carmona en 1247 y puso sitio a Sevilla, plaza que cercó por tierra y por el río mediante una escuadra mandada por Ramón Bonifaz, que cortó la comunicación entre Sevilla y Triana; después de un asedio de quince meses, la ciudad capituló en 1248. A la caída de Sevilla siguió la de otras importantes poblaciones, como Arcos, Medina-Sidonia, Jerez y Cádiz, con lo que los musulmanes quedaban limitados a los reinos de Granada y Niebla, tributarios de Castilla.

Tan importante como el proceso de conquista fue la repoblación de los territorios con el fin de castellanizar una región densamente poblada por musulmanes. El sistema utilizado fue mayoritariamente el de los repartimientos. Los núcleos urbanos, que en general presentaron resistencia armada, fueron evacuados por sus habitantes musulmanes, pero en los territorios rurales se mantuvo buena parte de la población islámica.

La muerte le sobrevino en Sevilla el 30 de mayo de 1252, cuando proyectaba una expedición al norte de África, donde los benimerines se habían adueñado del poder.


Otros monumentos a destacar en la ciudad de Córdoba son: El Alcázar de los Reyes Católicos, que fue levantado por Alfonso XI en 1328. La Sinagoga, también creada durante el reinado de Alfonso XI, en el año 1315, siendo una de las tres que se conservan en España y la única de Andalucía. Otras ciudades de interés histórico en esta provincia son: Lucena, Montilla y Puente Genil.




La Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba fue fundada el 11 de noviembre de 1810 en Córdoba, al separarse diferentes miembros de la Real Sociedad Económica Cordobesa de Amigos del País creada treinta años atrás. Autorizada por el prefecto en Córdoba, Domingo Badía, su primer director fue Manuel María de Arjona y Cubas, canónigo de la Catedral de Córdoba y miembro de la citada Sociedad.

En 1915, Alfonso XIII le concedió el título de Real. En el año 2002 la Academia recibió la Medalla de Oro de Córdoba y en el 2004 la Medalla de Santo Tomás de Aquino de la Universidad de Córdoba. La Real Academia de Córdoba forma parte del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), desde 1947, de la Confederación Española de Centros de Estudios Locales (CECEL), del Instituto de Academias de Andalucía desde su creación en 1985 y del Instituto de España.


La integran académicos numerarios, académicos supernumerarios, académicos de honor y un número indeterminado de académicos correspondientes. De estos últimos, treinta y cinco con residencia en Córdoba capital. Los treinta cinco académicos numerarios y los otros correspondientes en Córdoba, se distribuyen por secciones: 1º Ciencias Morales y Políticas; 2º Ciencias Históricas; 3º Ciencias Exactas, Físicas, Químicas y Naturales, 4º Bellas Letras y 5º Nobles Artes. Cuenta también con Institutos de Estudios Góngoras, Califales y de Artes Escénicas.

Los cursos se desarrollan de octubre a junio. Cada jueves, los académicos se reúnen en sesión privada para tratar asuntos de la Institución y, a continuación, se abre una sesión pública, con intervenciones a las que puede asistir quien desee. Sus actividades no se limitan a esos jueves, sino que en otros días de la semana organiza recitales de poesía, presentaciones de libros, conferencias a cargo de invitados o se desplaza a pueblos de la provincia para celebrar en ellos sesiones extraordinarias. Su biblioteca también está abierta a consultas y posee una notable colección de arte egipcio, además de un fondo de pinturas y esculturas donadas por los académicos.






Pasear por Córdoba significa comprobar la constante presencia de los siglos y del arte de todos los rincones. De la época romana, el Puente Romano y el Mausoleo Romano constituyen sus principales testimonios. Córdoba contaba también con un teatro romano, que fue el segundo más grande de nuestro Imperio después del de Roma. Los pocos restos que quedan de él se pueden visitar en el subsuelo del Museo Arqueológico. El anfiteatro de la ciudad fue también el más grande conocido de Hispania; una parte de este es visible en los jardines traseros del Rectorado de la Universidad pero aún están en fase de investigación. El Templo Romano, en la calle Claudio Marcelo, data del siglo I. Sus columnas, muy reconstruidas, conformaban un gran templo dedicado al culto imperial.

Actualmente, el Templo Romano se encuentra en proceso de restauración.

El Puente Romano, conocido también como Puente Viejo, formó parte de la Vía Augusta, aunque de aquella época sólo se conservan los cimientos. Junto con la Puerta del Puente fue durante siglos la entrada sur de Córdoba. Si bien en el período romano existió un Arco del Triunfo, la Puerta del Puente, tal y como la conocemos actualmente, fue diseñada por Hernán Ruiz III en 1571 con motivo de la visita de Felipe II.

Tanto en el Puente Romano como junto a la Puerta del Puente aparece la figura de San Rafael, custodio de Córdoba. La devoción popular por el arcángel San Rafael arranca del siglo XVI, cuando, según se cuenta, éste se apareció a un religioso a quien juró tener a su cargo la custodia de la ciudad. La mayoría de estos monumentos, un total de diez en Córdoba, datan de los siglos XVII y XVIII, y vinieron a ser llamados "triunfos" por llevar implícitos de la gloria del arcángel. El Triunfo de San Rafael que se levanta junto a la Puerta del Puente, realizado por el artista francés Michel de Verdiguier entre 1765 y 1781, es el mayor y más representativo de todos ellos. En su pedestal pueden observarse diversas representaciones alegóricas de la historia de Córdoba, como Santa Bárbara y los patronos de la ciudad, San Acisclo y Santa Victoria.













Los restos de molinos que subsisten junto a las aguas del puente romano son una muestra mas del legado árabe. El Molino de la Albolafia es el más interesante: su noria, a partir de un ingenioso acueducto, servía para conducir el agua al antiguo palacio de los Emires, situado donde ahora está el Palacio Episcopal. Sin embargo, la noria existente no es la original ya que, viviendo entonces en el Alcázar, la reina Isabel la Católica ordenó desmontarla, molesta por el enorme ruido que producía. Desde entonces, sufrió múltiples reformas hasta que en 1993 un incendió la destrozó. Fue después restaurada. Cabe mencionar también el Molino de Martos, en la Ronda de los Mártires. Convertido en Museo Hidrológico, su estructura original data del siglo XII y contaba con tres batanes, una sala de molienda y un embarcadero.

Son edificaciones fluviales que contribuyeron al esplendor de la ciudad de los Omeyas.




Entre los restos antiguos bosques de ribera y el revoloteo de casi ciento veinte especies, distintas de aves de los sotos, se alzan en en pleno cauce del Guadalquivir no uno, sino once molinos entre aceñas y batanes. Son los que han llegado a nuestros días, desde los tiempos árabes y romanos, de los numerosos molinos que jalonaban el río a su paso por Córdoba.

Estas edificaciones, muestras de la arquitectura preindustrial en un entorno especial interés paisajístico y natural, han estado funcionando, a lo largo de los siglos, como molinos harineros, batanes, fábricas de papel, trapos y tintes, e incluso para obtener agua.

La política de recuperación global del río ha propiciado la restauración de algunas de esas fábricas medievales por su indiscutible valor documental, arquitectónico y etnológico. Así lo recogió el Consejo de Gobierno de junio de 2009, al inscribir los once molinos fluviales cordobeses como monumentos, en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz.

Esta red de infraestructuras supuso un importante motor económico para la ciudad medieval de los Omeyas. Todo un bullir de máquinas de moler con la fuerza del agua. La azuda llamada Culeb es la tercera de una serie de cinco, construidas en el Guadalquivir a su paso por la ciudad. A lo largo del azud se encuentran cuatro molinos: San Antonio, Pápalo, En medio y Albofalia. Posteriormente, la presa y los molinos sean una construcción tardorromana, pues se encuentran citas en algunos documentos árabes en el siglo VIII.










Espero que os haya gustado la primera parte del reportaje. Nos vemos en el próximo blog.